Benjamin tenía 23 años cuando le sucedió algo que cambió su vida y la de la gente que lo rodea. Un día empezó a sentir que le resultaba dificultoso tragar; al principio no le dio tanta importancia porque pensaba que se trataba de un tipo de inflamación en la zona de la garganta, pero a medida que fue pasando el tiempo esta molestia persistía hasta que los médicos le diagnosticaron un tumor maligno en el estómago, por lo cual debían extirpárselo lo más pronto posible, ya que su vida corría riesgo, aunque la operación no aseguraba su calidad, ni su vida. Esta situacion ocasionó que rápidamente se extiendieran las cadenas de oraciones a través de sus familiares y amigos.
Luego de haber estado internado durante 2 semanas en un hospital de Buenos Aires, bajo tratamiento y a la espera de ser operado, los estudios previos dieron la gran sorpresa que todos esperábamos (y esperanzábamos): el tumor había desaparecido completamente. Los médicos no encontraban una explicación científica para esto, pero la gente que estuvo pidiendo, fervientemente, por su salud si la sabía: era un verdadero milagro, resultado de las oraciones.
Considero que más allá de lo que uno crea (o no), los milagros realmente pueden suceder, y de hecho suceden todos los días, algunos más evidentes que otros, pero milagros al fin. Desde una mirada un tanto ascéptica, uno podría encontrar la respuesta en el poder de la mente, de la sugestión, que es capaz de transformar una realidad (muchas veces angustiante) en otra totalmente diferente. Es como si en nosotros mismos estuviera ese motor transformador que generalmente se "activa" en situaciones decisivas y desesperantes de nuestra vida.
Llámese fe, energía, sugestión o lo que fuera, esa fuerza transformadora está dentro nuestro, solo basta saber reconocerla; como una viejecita que una vez me dijo qué era la fe para ella: "no es creer en lo que no se ve, sino creer a pesar de lo que se ve..."
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Hace 11 meses